sábado, 30 de mayo de 2015

De aquellos polvos, estos lodos...

Preparando un examen me he encontrado un par de citas que me han hecho reflexionar un poco sobre la historia del periodismo en nuestro país. Todas están extraídas del libro Cuatro siglos de periodismo en España, De los avisos a los periódicos digitales de María Cruz Seoane y María Dolores Saiz publicado por Alianza Editorial. Son frases que reflejan un siglo XX marcado por dos dictaduras y una transición que se niega a dar sus últimos coletazos (¿os acordáis cuando de niños pagábamos las golosinas con aquellas monedas doradas con la cara de Franco y con aquellas plateadas con un águila imperial?).
Suele ser el periodismo refugio de fracasados en la literatura, hospital de inválidos de otras carreras, o camino por donde marchan en carrera desenfrenada las ambiciones políticas.
Alejandro Lerroux en 1901. Más adelante sería presidente del gobierno. 
Crear periodistas desde las aulas se nos antoja tan peregrino como hacer poetas desde una clase de Retórica o novelistas desde una empresa editorial [...]. Si por añadidura se pretende instituir con la escuela el título de periodista, entonces el proyecto puede llegar no sólo a lo absurdo, sino a lo grotesco.
Este es un editorial del diario ABC de 1928. 
De modo que, en 1929, un periódico podía declararse partidario de la república, pero no referirse al terrible calor que hacía en Andalucía, para no comprometer el éxito de la Exposición de Sevilla.
Las autoras del libro comentando las "curiosidades" de las leyes de censura de la Dictadura de Primo de Rivera. 
Soy un veterano y viejo periodista, porque he sido corresponsal de guerra y he fundado periódicos y es a las hojas de estos periódicos a las que he aportado siempre mis ideas para transmitirlas a mis conciudadanos.
El dictador y periodista Primo de Rivera durante el banquete del V Congreso de la Prensa Latina celebrado en julio de 1927 en Madrid. 

Esta España y este periodismo nuestro en el que las citas, los chistes y las noticias siguen estando vigentes, da igual que se escribieran hace cien años, o dentro de cinco minutos. Con la excepción de Sálvame, claro.

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